Existe en algún lugar muy remoto, la tierra de los enanos. Me gustaría que me acompañaras para que juntos lleguemos hasta allá. Cierra los ojos suavemente sin apretarlos pero como si fueras a dormir. Procura dejar la boca medio abierta para que puedas respirar; y ahora si ¡vamos!
¿Ves lo que yo veo? Ahí está el enorme bosque lleno de árboles frondosos y de cientos de plantas y flores de todos los colores. Todo es muy verde. Alrededor hay mucha neblina. Su color es morado, muy suave, casi azul. Los rayos del sol insisten en traspasar la neblina que está extendida por todo el suelo. Apenas hay ruido, todo está muy calmado. Todo esto junto nos da una sensación de paz y de mucha tranquilidad. Escucha los pájaros rozar las hojas de los árboles. Intenta sentir el rocío que cae de los arboles. Percibe el olor a aire puro y fresco de la naturaleza. Escucha el silencio que invade todo. Así relajado, vas a oír la historia de la tierra de los enanos.
Sentado debajo de uno de esos arboles estaba un enanito acurrucadito, sentía el frío de la neblina. Había dormido algunas horas y cuando despertó, se asustó. Su nombre era Bú, aún era un pequeñuelo. Muy pequeño, todavía debía crecer un poco más. Le encantaba dar esos paseos largos por el medio del bosque, aunque algunas veces sintiera miedo. Se levantó y con una varita en la mano comenzó a apartar la hierba de su camino. La vegetación era muy cerrada, pero se podía ver el suelo. Raspaduras aquí y allá, miraba los árboles que para él eran tan altos. Se sentía un insecto al lado de ellos. En el camino tropezó con su varita algo muy duro que estaba en el suelo; dio un salto hacia atrás, y muy despacio se fue acercando para ver qué era lo que estaba ahí. Era una tabla extraña con una forma similar a la de una tapa. Muy curioso y lleno de ideas que rondaban en su pequeña cabeza buscaba una manea de levantar la tabla. Fuerza y más fuerza, pero seguía sin poder levantarla. Pensó por algunos minutos y decidió cavar alrededor de la tabla. Fue así como encontró la solución al problema, claro después de un arduo trabajo. Pero esto no era todo, ahora se preguntaba si debía quitarla o no, le intrigaba saber qué era lo que escondía esa extraña tabla.
Lleno de curiosidad y con un poco de miedo decidió tirar de ella. Fue moviéndola de lado a lado, poco a poco. Logró quitarla por completo y se encontró con un agujero. Le inquietaba si debía entrar o no, pero le daba miedo porque no veía nada, todo estaba muy oscuro allá adentro. Se sentó en el borde y fue entonces cuando comenzó a escuchar ruidos desde su interior. Intentaba poder descifrar qué era lo que escuchaba.
-¿Será que es el mar? ¿Pero dentro de un hueco?
Era tan curioso que comenzó a deslizarse poco a poco hasta llegar al final. Cayó en un enorme pozo de agua. Estaba en otro lugar. Había muchas cajas, parecía un depósito. Revisó todo que pudo, todo estaba muy oscuro, apenas podía ver lo que había a su alrededor. No logró ver el contenido de esas cajas. Estaba muy sorprendido. Nada era como en su tierra. Todo era muy grande. ¿Dónde estaría entonces? ¿En la tierra de los gigantes?
Muy asustado logró subir y regresar al bosque. Como pudo, intentó colocar la tabla de nuevo en su lugar, le costó porque era muy pesada. Salió corriendo hacia donde sus padres a contarles lo que le había sucedido. Llegó sucio y muy cansado. Su casa era como las otras casas pequeñas de acuerdo con su tamaño y necesidades.
Les contó todo lo que había visto allá abajo y para su sorpresa su papá no demostró ningún gesto de asombro.
-Dime hijo, ¿me quieres decir algo?
-No papá.
-Te fuiste a meter a donde no te habían llamado.
Hace muchos años atrás existía ahí una comunicación con la tierra de los gigantes. Fue doloroso para nosotros tener que vivir siempre escondiéndonos de ellos bajo la neblina. Ahora nosotros vivimos aquí y tenemos todo lo que queremos. Esa tierra de gigantes fue enterrada por la propia naturaleza, ni siquiera sabemos si los gigantes siguen vivos. Para nuestro alivio, los gigantes no pueden subir por el agujero ya que este es muy estrecho. Y aunque caigamos ahí, no podemos traer nada para acá, no hay nada de allá abajo que necesitemos aquí arriba.
Colocamos esa tabla como un patrón para recordarnos que el peligro existió algún día. Así, la paz volvió de nuevo al corazón de Bú que ya se estaba imaginando diez mil cosas en ese agujero. Respiró profundamente y dijo:
-¡Qué bueno es poder dormir debajo de un árbol observando al sol jugando con la neblina!
Llamó a sus amigos y juntos fueron al bosque a buscar frutas y flores, recorrieron todo el bosque y al atardecer hicieron una fogata. Corrían y jugaban por donde quiera, todo estaba con mucha paz, en todos lados se veía alegría.
Continué relajado y no entre en el hueco. No entre. Mire hacia el bosque y agarre unos rayitos de sol, mientras veía a Bú y a sus amigos jugar. Ven, juega, al final tú también estás en la tierra de los enanos.